Si hay un factor clave
imprescindible en el sector logístico, ese es sin duda la
trazabilidad, un aspecto fundamental de obligada implantación en las compañías dedicadas a la gestión logística.
Podemos afirmar que la trazabilidad alude a un conjunto de
medidas,
procedimientos y
acciones destinadas a hacer efectivo el registro y
la identificación de una mercancía desde su punto de origen hasta su último destino. El objetivo de esta materia es ubicar y rastrear la localización y las condiciones en las que se encuentra el producto transportado.
Su
metodología persigue la mejora y la verificación del estado óptimo de los productos que son objeto de transporte, de manera que nos permita conocer la procedencia, los componentes y el proceso de distribución de las mercancías transportadas.
La aplicación de esta metodología
aporta numerosas ventajas, tanto para la empresa que lo implanta, como para todos los agentes implicados en el proceso de distribución, incluyendo al cliente final:
- La trazabilidad permite la identificación de los puntos críticos en la cadena de suministro para solucionar posibles incidencias y mejorar la productividad.
- Mejora la confianza de los consumidores, orientada a la adquisición de productos y servicios
- Supone un aspecto clave en sectores específicos como el alimentario o el farmacéutico, ya que su rastreo es fundamental para una óptima gestión en todo lo relacionado con la salud pública.
En función del origen o del sentido, podemos clasificar la trazabilidad en
cuatro áreas de actuación.
Según el origen podemos clasificarla en:
- Interna o de procesos. La traza de un producto en los procesos internos de una empresa.
- Se refiere al registro de indicios del producto mientras se mueve hacia su destino.
Según el sentido diferenciamos entre:
- Trazabilidad hacia atrás. Los registros desde la recepción de los productos de los proveedores hasta su origen.
- Trazabilidad hacia adelante. La que hace referencia a los productos expedidos al cliente final al que se le entregan.